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viernes, 9 de enero de 2015

PASANDO EL LUDOMINGO CON EL SÍMBOLO ARCANO. CAPÍTULO 3. MONSTRUOS HORRIBLES... REVELAN UN SECRETO.



"El ansia me corroe rápidamente. Deseo invadir vuestro mundo para hacerlo mío. Aquellos que me estéis esperando lo agradeceréis infinitamente y los que se muestren escépticos o en contra, pereceréis pero no lo haréis fácilmente. Os cubriere con una muerte que serán mil. Sufriréis lo indecible eternamente y solamente, después moriréis pero antes veréis caer a vuestros seres queridos en esa orgía de sangre y dolor."

Siguiendo las directrices de la carta de Mitos, preferimos colocar una ficha de perdición en el medidor y comenzar la aventura, a sabiendas de que cuando pase la medianoche, ¡sí es que sobrevivimos otra más! ganaremos una pista. Veremos...

Bueno, empezamos bailando con la más fea menos mal que Jenny posee a su "picola", pudiendo resolver sin apenas dificultad la carta de aventura que eligió.



Obteniendo de esta manera, nuestro primer Símbolo Arcano, que aparece al principio en la carta del Primigenio Hastur, y ganándose una pista y otra arma. Y es que la señorita Barnes es una mujer de armas tomar.


"La sintió cuando llegó a rozar su rodilla. Detuvo su lectura y miró a la niebla de una forma extraña. Aquello no la parecía muy normal. El clima había sido un lastre para su periodo de aclimatación en Arkham. No soportaba los bancos de niebla en el exterior pero era la primera vez que sufría un ataque de éstos en un interior. Jenny cerró bruscamente el libro y salió del rincón dispuesta a seguir con su rapiña profesional. La presencia gaseosa se quedó embalsamada iniciando un trayecto ascendente hasta invadir el fulgor de la lámpara, empezando a alimentarse del mismo. Al mismo tiempo que devoraba el haz de luz amarillento, sumía la cercanía en oscuridad. Al dar el tercer paso para adentrarse en el interior de otra de las cajas, Jenny resbaló hasta caer sentada delante de una. La joven maldijo en voz baja hasta erguirse completamente y comprobar con sus ojos qué había sido el causante de la caída. Sus ojos se volvieron a extrañar. La poca luz que emitía la lámpara de queroseno, conquistada por la niebla dejaba poco que contemplar, pero Jenny se esforzó por ver una especie de mancha oscura al principio que lentamente, a medida que se acercaba, cambiaba la tonalidad de la sustancia a un color rojizo pastoso. ¡Era sangre! Había Sangre en el Suelo. Rápidamente dejó el libro apoyado sobre una caja y sacó su "picola" dispuesta a hacerla hablar. Expandió su mirada hasta donde pudo y regresó al cero sanguinolento descubriendo que iba expandiéndose muy sutilmente. Al no ver nada de frente ni detrás ni a sus lados, optó por la única opción que la quedaba. Su cabeza se alzó hacia el techo del almacén. ¡DIOS! Pensó en el creador ante algo que no había sido creación del todopoderoso. Colgando de unas fauces había un brazo y de su mano colgaba una pistola. El sonido tamborileante de un mordisco hizo que el arma cayese a los pies de la joven mientras un rostro animal de rasgos esqueléticos hacía acto de presencia. La sangre seguía manando, gota a gota mientras la bestia continuaba con su comida. Jenny pudo observar con más detenimiento mientras la apuntaba, que poseía alas y una columna que sobresalía de su estructura afilados huesos puntiagudos. No perdió más el tiempo. La bestia la vio y en cuestión de segundos se abalanzó sobre la joven. Ésta, en un acto reflejo, fruto de su vida o de su supervivencia se dejó caer al suelo empezando a disparar con su metralleta. Las balas de la "picola" encontraron a su diana sobre la piel dura de la bestia alada. Una o un par de balas no le hubiesen hecho nada, pero la mecánica de la metralleta y sus disparos a doquier hicieron que Jenny descargase todo el cargado de su "picola" sobre el vientre de la bestia. Su cuerpo cayó encima de la mujer tapándolo completamente. La metralleta no la serviría más pero la Automática del .45 la cogería con gusto, sobre todo cuando empezó a oír voces del interior del agujero que había hecho su amigo en el techo del almacén. Parecía que no estaba sola."



Amanda se enfrenta a lo desconocido con una espada y una lámpara, consiguiendo dos pistas en su aventura.



"Al cruzar el umbral del Archivo, algo atrajo la atención de Amanda. En la zona baja de la última estantería, en un rincón sepultado por el polvo se encontraba el lomo de un libro. Era el único objeto de su especie que descansaba en la tumba de madera que acogía otros singulares objetos. La joven tenía ante ella el oscuro pasillo de salida pero decidió coger el libro antes de marcharse. Algo la decía que tenía que hacerlo. Las manos de la estudiante cogieron el voluminoso libro y antes de aventurarse por sus páginas decidió dar un soplido para no invadirse del mar de polvo que recubría el objeto. Al hacer desaparecer el manto de polvo apareció el título del libro: Los Registros Perdidos. ¡Vaya! Así que había alguien en el museo que sabía lo que hacía pensó mientras empezó a pasar sus páginas. Ante los ojos de Amanda iban pasando artículos e imágenes de la colección de cosas y objetos más curiosos que jamás se habría encontrado en toda su vida. Entre ellos pudo descubrir los que poseía ella: el Libro de Dzyan, la Lámpara de Alhazred o la Espada de Gloria entre otros. Volvió a ejercitar su mente. Sabían lo que tenían aquí, y desde hace mucho tiempo por lo tanto no sería trabajo de una sola persona sino de un grupo. Un conjunto de personas salvaguardando estos objetos tan antiguos y tan desconocidos. ¿Y con qué propósito? Repentinamente se oyeron disparos muy cerca de donde estaba. Parecía el sonido de una metralleta. Los escalofríos volvieron a recorrer el cuerpo de la joven. Dejó el libro en el suelo y se marchó del lugar con muchas dudas y alguna que otra pista."


Las cosas se complicando para todos, incluido nuestro arqueólogo favorito. La Vigía azul de la Pirámide le será de gran ayuda para la tirada de dados y conseguir un valioso pergamino que le permitirá obtener otro codiciado Símbolo Arcano.



Y la suerte estuvo de parte del amigo Jack porque además de utilizar su Revólver del .38 consiguió todos los premios de su carta de aventura. Interesante, sí señor.




"Tranquilo Duque. Calmó Monterey al animal al mismo tiempo que intentaba apartar su viscosa lengua canina. ¡Vaya, por fin alguien ha encontrado a mi perro! Unos pies trajeados entraron en la oficina de seguridad dejando entrever la figura de un corpulento hombre. El arqueólogo se levantó y miró al bien vestido y fornido ser. El hombre le sonrió y le lanzó su mano derecha como símbolo de fraternidad y diplomacia para saludarle. Monterey podía haber estado en las cloacas más inmundas del planeta, cosa que le gustaba, pero también conocía las reglas del juego y no se mostraría descortés con el extraño individuo. El arqueólogo lanzó su mano ante la atenta mirada de Duque olisqueando la confrontación de las dos extremidades. Usted debe ser el señor Monterey Jack, ¿no es cierto? El arqueólogo asintió en un noventa y nueve por ciento de la seguridad mostrada por aquel hombre. Tenía un pelo demasiado engominado para Jack y demasiado bien peinado y ordenado, además su bigotillo mejor poblado que el suyo, incitó alguna que otra envidia. Soy El Conservador dictaminó manteniendo una sonrisa falsa. Enseguida los ánimos se calmaron, sobre todo los del arqueólogo. Por fin estaba ante alguien del Museo y por fin alguien le explicaría lo que estaba pasando y saber más acerca del extraño objeto que descubrió en el pasado. El conservador le invitó a que se sentase en la silla de la oficina mientras él se ponía cómodo enfrente.

 -Así que lo consiguió señor Jack.
 -¿El qué señor...?
 -La Vigía Azul de la Pirámide. -Contestó rápidamente sin dejar de respirar a Monterey.
 -¿La qué? -Desconociéndolo por completo.

Escupió una risotada ante el rostro del arqueólogo, que no dejaba de mirarlo sorprendido, y del asustadizo Duque, desperezándose debajo de la mesa.

 -Lo que usted encontró en Egipto, es algo muy valioso.
 -Me hago una ligera idea, sobre todo desde hace unos meses.
 -Teníamos que conseguirla sea como fuese, señor Jack. -Entrelazó todos sus dedos, enmarañándose su rostro, que aún conservaba restos de la risita demoníaca.
 -¿Conseguirla? -Se volvió a extrañar sacando el objeto de su bandolera de cuero- Se refiere a este espejo.
 -Exacto. -La miró adorándola-. Y no es un espejo. Es una llave.
 -¿Una llave?

Esta vez Monterey miró el reflejo del cristal sorprendiéndose de la revelación. ¿Una llave? Un simple espejo, aunque algo raro pero espejo al fin y al cabo. ¿Y si fuera cierto? ¿Qué clase de puerta abriría?

 -Creo que ya le he dicho demasiado señor Jack.
 -No ha llegado ni al principio, amigo.

El conservador se levantó bruscamente y con él Duque, pero no fueron lo suficientemente rápidos porque Monterey ya los tenía encañonados con su Revólver del. 38.

 -Y ahora es cuando me va a explicar lo que está pasando aquí, ¿quiere?

El arqueólogo no se dio cuenta de la intromisión de la niebla en la oficina pero echando un ligero vistazo a Duque, el animal empezó a gruñirla. Monterey intentó eludirla pero en ese momento el conservador se lanzó sobre su cuerpo. Los dos hombres se revolcaron en el suelo de la oficina mientras que el manto gaseoso los engullía y Duque no dejaba de ladrarlo. El primero que golpeó fue Monterey con un codazo en la ingle del conservador. Éste se revolvió alejándose del arqueólogo. En su huida dejó caer un objeto: un Cuchillo. El arqueólogo se levantó dispuesto a disparar al conservador pero la niebla cegó el tiro. Monterey intentó salir fuera de la oficina al mismo tiempo que seguía oyendo los ladridos de Duque y ahora una presencia sonora nueva, los sonidos de una metralleta, pero no llegó muy lejos. El conservador parapetado detrás suyo pudo golpearle fuertemente por la espalda haciendo que Monterey cayese inconsciente al suelo, perdiendo su Revólver del .38 y agarrando de su mano el Cuchillo del conservador mientras éste sonriendo, teniendo en su derecha la Vigía Azul de la Pirámide."

CONTINUARÁ...


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