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jueves, 8 de noviembre de 2012

¿DERROTADO?

No estoy educado en el éxito, más bien apuesto por el esfuerzo. Creo que uno tiene que levantarse todos los días, primero para descubrirla y después para enfrentarse a la cotidianidad, eso si, con las armas que disponga y con el único fin de intentar resolver los contratiempos diarios. Nunca se aprende de las victorias, todos son halagos, comentarios falsos del tipo qué buena que es tu obra, más bien, aprendo de las derrotas. Siempre he aprendido más de una película mala que de una obra maestra, sobre todo, a la hora de la realización cinematográfica. Ya lo he dicho con anterioridad, no existen obras malas, sino perspectivas erróneas, puntos de vistas equivocados en sus planteamientos.
Llevo escribiendo desde hace algunos años y desde que empecé, siempre me han omitido más cosas escritas que publicadas. ¿Significa qué me tengo que hundir en el fango? ¿me tengo que replantear toda mi existencia? Un rotundo NOOOOOOOOOOOO. Uno tiene que seguir adelante. A continuación os adjunto la primera de mis críticas que no fue publicada. ¿Los motivos? Ellos sabrán, los que me denegaron la publicación quiero decir, con el paso del tiempo y releyéndola una y otra vez, porque yo soy de los que leen sus críticas, descubro cosas nuevas. En este caso concreto, la película en cuestión no es de mi agrado, pero pienso que aún en la más pésima producción, sobre todo a nivel narrativo, siempre hay algo que me llama poderosamente la atención, ése algo lo denominé Santuario. Es un proceso de retroalimentación o feedback que entronca con mi bagaje cultural y social, comunicándose conmigo.



En busca de Santuarios.
Empecemos por una constatación y un descubrimiento. Un elemento que se repite ad infinitum en la trilogía y otro que aparece frescamente novedoso en la cuarta parte.
Lo primero no es ajeno a la saga de Piratas del Caribe, el guión construido bajo los parámetros de la desorientación y la confusión, solamente salvado, en exiguas excepciones, por los diálogos, que también, enrevesadamente y a todas luces, en demasía, explicativos de los personajes. La sensación que uno tiene al contemplar las películas de la tetralogía corsaria es la de su inabarcable mercadotecnia narrativa; como si los creadores estuvieran confeccionando un guión repleto de ideas que explotan, sin control previo, perdiéndose por el camino, alejándose del sentido común del relato e invadiendo el parque de atracciones, que es de donde se originaron. Es como si no poseyeran la mítica brújula que les indicase el norte, como la que posee Jack Sparrow. Me imagino a los guionistas Ted Elliot y Terry Rossio embarcándose en disputas bizantinas a cerca de la trama y su desarrollo, empezando pacíficamente para después tirarse los trastos a la cabeza, en las brainstorming del estudio. La algarabía es tal que En el fin del mundo (2007, Gore Verbinski), lo que parecía un objetivo común a la serialización del relato, esto es, la búsqueda y rescate de Jack Sparrow, se transforma en sub-relato para dejar paso a una retahíla de situaciones (subtramas como la historia de amor entre Calipso y David Jones por ejemplo) que van agrandándose hasta devorar la trama principal, desorientando al espectador con bonitos artificios. Pero no podemos olvidarnos de los otros dos films, hay para todos. De La maldición de la Perla Negra (2003, Gore Verbinski), destacaríamos las idas y venidas ilógicas entre los personajes, por ejemplo, la situación de confinamiento de Jack Sparrow y Elisabeth en una isla, y del Cofre del hombre muerto (2006, Gore Verbisnki), sacaríamos a relucir la relación entre Will y su padre. En definitiva, son situaciones hijas del desbordamiento creativo.
Lo segundo es algo que, personalmente se recibe con alegría, y es que uno descubre al enfrentarse a las eternas duraciones de las películas, que esta última es la de menor metraje. Motivo de júbilo y tranquilidad al mismo tiempo. Así pues nos deparan dos horas y algo más, de piratas y corsarios, de la presencia, ¡por fin!, del imperio español y seres (sirenas)/lugares (la fuente de la juventud) mitológicos para descubrirlos desde otra perspectiva, aquella que nos acerca a Santuarios donde venerar las imágenes mejor logradas. Y aunque En mareas misteriosas (2010, Rob Marshall) se vuelve a repetir enrevesado guión, existe la presencia de estos templos habitados por secuencias que nos ayudan a contemplar la narración con otros ojos. ¿Imposible? Veamos.
El comienzo de la cuarta parte nos sitúa velozmente en el Londres de 1800 para presentarnos una urbe plagada de gente y, para avisarnos de que se esta gestando el nacimiento de una nación y de una nueva era, la industrial, la construcción a medias de emblemáticos edificios británicos lo atestiguan. La nueva presentación de Jack Sparrow cómicamente, ¡como no!, entrelazada con la típica secuencia de huida, nos demuestra que la idea, la evasión misma por el pirata, además de por diferentes escenarios (la sala del juicio, la sala real, las calles engalanadas londinenses y la miserable zona portuaria, en ese orden) y compartiendo plano con diferente personajes y atrezzo, sólo demuestra una cosa, su propia construcción. De cómo Jack Sparrow con sólo mirar un pastel y después desplazarlo ridículamente, a una de las velas situadas en una de las lámparas araña del techo de la sala real, fabrica su juego particular de fuga empezándolo a planificar con su mirada. Y es a través de los ojos que contemplamos, hermanado con una sonrisa, la peripecia errolfliliana del héroe. Ahora sin la atadura sentimental de la pareja de la trilogía podemos decirlo alto y claro, Jack Sparrow es el único protagonista absoluto de la historia. Saltando de carromato en carromato por las intrincadas calles de la capital del Támesis, vemos al pirata llegar al estatus que antes se le resistía, aunque quizás tenga que pasar una prueba, la última, enfrentarse a su doppelgänger particular en un fascinante duelo consigo mismo. Al final del mismo descubriremos el secreto de su doble, pero no cabe duda que la huida y la posterior confrontación con él mismo, se ha confabulado en fabricadas secuencias, set pieces, donde venerarlas por el resto de los días.
Lastima que este comienzo sólo sea eso, un prólogo de unos excelentes veinte minutos. El resto de la proyección hará gala de sus imperfecciones lastradas por las películas anteriores. No obstante la inclusión de las sirenas invadirá el relato de una pizca mitológica ambientando la secuencia de la captura de una de ellas, y convirtiéndola en baluarte último de lo que hemos designado como Santuario. Un conjunto de planos que traspasan el tedio del resto de la filmografía caribeña, para potenciarlos a una altura considerable, tanto como lo que mide el faro que protagoniza la secuencia. La luz de la construcción es vital para cazar a los seres fabulosos por lo tanto la mitad del conjunto de piratas se posiciona parapetados en el interior del mismo, como si de Jonases se trataran escondidos en el interior de la ballena. El momento se desarrolla en la paz de la noche, los piratas fletan un bote donde la otra mitad de ellos se convierten en el cebo de las sirenas. La calma deja paso a la zozobra cuando los seres mitológicos vuelan por las cabezas de sus victimas, engulléndolas en algunos casos. La luz disparará directamente sobre el bote alertando a las sirenas y empujándolas a la orilla, momento aprovechable por el resto de la tripulación que intentará capturar a alguna. La ambientación barroca en el interior del faro, pudiendo observar el aparejo que lo habita y produciendo resonancias en el personaje y en el espectador, frente a la desoladora ensenada que incluye la orilla que lo circunscribe crea un choque singular entre la oscuridad (la noche) y la luz (del faro). Los piratas se aliaran con un término tan antagónico para ellos como es la luz, y sus connotaciones significantes, para enfrentarse a la negrura del reino de las profundidades de donde provienen las sirenas. Pero hasta aquí hemos llegado, rápidamente abandonaremos el Santuario para adentrarnos en la más absoluta incoherencia narrativa, como nos tienen acostumbrados el amigo Bruckheimer.
No os defraudéis en el maravilloso trabajo de leer las películas, siempre existen los Santuarios, incluso en las peores, que esta crítica os sirva de consejo,  diseminados en los lugares más inhóspitos del metraje. Embarcar la paciencia con vosotros y descubriréis otra perspectiva fílmica. Os dejo con algunos pertenecientes a la saga, solamente hay que ver detenidamente para descubrirlos en una herrería (el duelo entre Sparrow y Will o la presentación de Jack Sparrow mientras su pequeño bote va hundiéndose a media que se acerca a fondearlo en Port Royal en La maldición de la Perla Negra), en la jungla (el momento de entronización de Sparrow con una tribu en El cofre del hombre muerto) o en Singapur (la obtención de la carta de navegación por parte de los protagonistas para poder rescatar a Sparrow, de los dominios subterráneos de Sao Feng).


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